sábado, 15 de diciembre de 2012

LOS TOPES - LOS MUCHOS "YOES" Y RECUERDO DE SI


LOS TOPES Y LOS MUCHOS "YOES"
Casi todo es un tope para el recuerdo de sí. Es mucho más fácil
«estar en imaginación», estar identificado o estar negativo que
recordarse a sí mismo. Todos éstos son sustitutos cómodos. Como
recordarse a sí mismo no es mecánico, es muy difícil. Cualquier cosa es una desviación, cuando uno no está recordándose a sí mismo.
Cuando echamos la culpa de nuestra negatividad a las circunstancias o a otra persona, estamos topeando; en tanto culpemos a alguien, esto quiere decir que aún no hemos llegado al fondo del asunto. Topeamos nuestra incapacidad de recordarnos a nosotros mismos culpando a los demás. Ni siquiera podemos culparnos a nosotros mismos. Eso tampoco es recuerdo de sí. A menudo, los topes actúan cuando no hay recuerdo de sí. Sin embargo, podemos funcionar sin ellos; no son necesarios cuando el recuerdo de sí está presente. Topear* no es un estado permanente. La máquina puede topear por unos cuantos segundos y luego, mediante la atención dividida, se puede alcanzar un estado más elevado. Fortalecemos el deseo de despertar eliminando los topes y las ilusiones, aunque este proceso lleva tiempo. Con el paso del tiempo, comprendemos con mayor  profundidad que, sin el recuerdo de sí, todo es estéril.
Los muchos «yoes» topean la simplicidad del recuerdo de sí. El
centro intelectual puede plantear preguntas indefinidamente y
distraernos del recuerdo de sí. Deberíamos tratar de ver muchas de
estas preguntas como topes. Preguntar por qué ocurren los choques,
tiene su lugar, pero la pregunta es insignificante comparada con la
transformación de los choques en el recuerdo de sí y en el aferrarse al
presente. El sufrimiento innecesario topea la incapacidad de recordarse a sí mismo. Estar insatisfecho es igualmente un tope para el recuerdo de sí, pero, ¿qué no lo es? A diferencia de la gente que no tiene el sistema, nosotros sustituimos los topes con el recuerdo de sí.
¿Cómo podemos evitar el competir con los demás en el trabajo?
Dándonos cuenta de que la competencia es un tope para el
recuerdo de sí, de que no estamos jugando carreras; estamos aquí
para ayudarnos los unos a los otros a través de la segunda línea de
trabajo. Los «yoes» que se preocupan demasiado por el ritmo que
llevamos en la escuela son una expresión de la vanidad.


La humanidad siempre sufrirá guerras y cataclismos;
por suerte nosotros no tenemos que esperar a que haya un terremoto
para dividir la atención. Desde cierto punto de vista, da lo mismo que
ocurra un terremoto, una guerra o cualquier otra cosa. De todas
maneras, no podemos permitirnos el lujo de utilizar nuestro tiempo
con negligencia. Todo lo que podemos hacer es recordarnos a nosotros
mismos antes, durante y después de un acontecimiento. No podemos
esperar a que se cumplan o no las predicciones o profecías, porque
entonces nos recordaríamos a nosotros mismos solamente dos o tres
veces en la vida. Los choques son material para la evolución;
elevarnos por encima de ellos es imprescindible para nosotros. La
fuerza contraria, grande o pequeña, es siempre una oportunidad. Las
fuerzas superiores hacen que lo que anticipamos no suceda, para que
tengamos cuidado con los «yoes» de expectación.

Las fuerzas superiores, poco a poco, nos acorralan en el presente
vivo, al despojarnos de una serie de mentiras. La muerte es posible
para el cuerpo físico, pero nosotros podemos llegar a ser inmortales.
Sobrevivir a los muchos «yoes» penetrando el presente: ése es el
campo de batalla definitivo. Ouspensky dijo grandes cosas. Una de
ellas es que la cons-ciencia no es una actividad mental. Los centros
superiores no son ninguno de los muchos «yoes», ¡gracias a Dios!
Pinocho se convirtió en un niño real (el Mundo 6) y con el tiempo
venció al gato y a la zorra (los centros instintivo-motriz y emocional).
El obstáculo no es el acontecimiento, ni la persona, ni la etapa de la
vida, sino todos nuestros «yoes».
Piensa en el gran caos interno que vivimos diariamente. Nuestras
mentes son fortuitas y se mueven por asociación de un área a otra;
llamamos «hombre» a esto. Un nombre generoso para una comedia
divina.

Los muchos «yoes» son muy difíciles, ¿verdad? Aparecen sin ser
invitados. Debemos tratar de no confundirlos con el «yo» verdadero,
porque no son el «yo» verdadero. ¿No es interesante que existan tantos
personajes distintos en nuestro ser? Las diferentes partes de los
centros ascienden y producen «yoes» que provienen de las funciones
respectivas. La mente es como el tiempo: imprevisible. Los muchos
«yoes» están totalmente prendados de sí mismos y todos los «yoes»
utilizan el mismo portavoz. Es curioso que los muchos «yoes» vayan
bailando por nuestra mente y que nosotros seleccionemos el que
deseamos expresar. No te preocupes por ellos; mejor preocúpate por
el recuerdo de sí.
Cada día es una lucha por rescatar el presente de entre la
imaginación. Los muchos «yoes» carecen de unidad, pero nuestro
mayordomo tiene el concepto de unidad. De modo que entre conmoción
y conmoción, y durante ellas, progresamos. Todos tenemos muchos
«yoes» en el centro intelectual, que nos invitan a dejar el presente.
Tenemos que escabullimos una y otra vez hacia el presente a lo largo
de nuestra vida. Los muchos «yoes» nos hacen dar muchas vueltas. Es
difícil despegarnos de ellos; de algún modo hay que mantener la
distancia en los momentos activos e inactivos. Tenemos que esperar
hasta encontrar un «yo» con que podamos trabajar.

Debemos desarrollar un «yo» en el mayordomo,
que nos aconseje evitar la distracción de los «yoes». Algunos «yoes»
son inocuos; sin embargo, existen a expensas del recuerdo de sí.
Además, la falsa personalidad es tan astuta que ciertos «yoes»
engañosos tratarán de minar nuestro trabajo, yendo en pos de temas
aparentemente inofensivos y fascinantes.
Cuanto más despertamos, son más extravagantes los «yoes» que
nos da la Influencia C; sacuden nuestra facultad regente y generan los
centros superiores. Todos pasamos por períodos de comportamiento
extremado; en esos momentos, nuestro trabajo es recordarnos a
nosotros mismos y perseverar. En algún momento tenemos que agotar
el espectro del centro emocional. El centro emocional intenta destruir el
recuerdo de sí siempre que puede, aun en las ocasiones más
agradables. Por la mañana quiere pensar en la tarde.

Los muchos «yoes» son irrelevantes. Son, desde cierto ángulo, como
hormigas pululando en el cerebro. Identificarse con ellos es aun peor.
Los «yoes» pueden ser engañosos, de modo que
a veces no hay que confiar en ningún «yo», sólo estar presente.
Cualquier «yo» que no esté relacionado con el recuerdo de sí es un
extraño.

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