Un
día, con referencia a la descripción de un ejercicio de concentración, en el
cual se trataba
de
llevar la atención de una parte del cuerpo hacia otra, G. preguntó:
¿Cuándo
ustedes pronuncian la palabra Yo en voz alta, pueden notar dónde
resuena en
ustedes esta palabra?"
No
comprendimos en seguida lo que quería decir. Pero algunos de los nuestros
comenzaron a
notar
muy pronto que cuando pronunciaban la palabra Yo, tenían la impresión de
que esa
palabra
resonaba en la cabeza, otros la sentían en el pecho, otros encima de la
cabeza — fuera
del
cuerpo.
Debo
decir aquí que, por mi parte, yo era totalmente incapaz de provocar esta
sensación en
mí,
y que tenía que referirme a los otros.
Al
escuchar todas nuestras conversaciones, G. dijo que un ejercicio de este género
se había
conservado
hasta nuestros días en los monasterios del monte Athos.
Un
monje se mantiene en una cierta posición, ya sea arrodillado o de pie, los
brazos en alto
con
los codos en ángulo, y dice "Ego" en voz alta y sostenida,
escuchando a la vez dónde
resuena
esta palabra.
La
meta de este ejercicio es la de hacerle sentir su "Yo" cada vez que
piensa en sí mismo, y de
hacer
pasar su "Yo" de un centro a otro.
G.
recalcó varias veces la necesidad de estudiar esta "técnica"
olvidada, porque dijo que sin
ella
es imposible obtener resultado alguno en el camino de la religión, aparte,
claro está, de
resultados
puramente subjetivos.
Si
lo desean se puede aprovechar esta oportunidad de la lectura, para tratar de
hacer este, ejercicio. Si no es mucho pedir al que pueda dejar un comentario de
lo que percibió, haciendo ese ejercicio.
-Recuerden,
dijo, que toda religión verdadera — hablo de aquellas que fueron creadas por
hombres
realmente sabios con una meta precisa — está compuesta de dos partes. La
primera
enseña
lo que debe ser hecho. Esta parte recae en el dominio de los
conocimientos generales y
se
corrompe con el tiempo a medida que se aleja de su origen. La otra parte enseña
cómo
hacer lo que enseña la primera. Esta segunda -se conserva secretamente en
ciertas escuelas, y
con
su ayuda siempre se puede rectificar lo que ha sido falseado en la primera
parte, o
restaurar
lo que ha sido olvidado.
"Sin
esta segunda parte, no puede haber conocimiento de la religión, o en todo caso,
este
conocimiento
permanece incompleto y muy subjetivo.
Fragmentos
de una enseñanza desconocida.