MISTERIO DE LA VIDA
Vivimos en lo que el eminente
astrónomo Sri James llamaba «un misterioso Universo». Al científico le
parece así en verdad, pues cuanto más descubre uno sus intimidades, mas bellos
son los designios que se nos revelan. El hombre o la mujer ordinarios, sin
embargo, envueltos como están en la marea de los sucesos del día, no parecen
tener ni tiempo ni ganas de dedicar demasiada reflexión al funcionamiento de lo
que parece ser una existencia inexorable y exigente.
A pesar de todo Albert Einstein, que
con seguridad no era un soñador ocioso, se daba bien cuenta de la necesidad de
maravillarnos. En su libro El Mundo tal como yo lo veo, dice: «La cosa más hermosa que podemos experimentar es el sentido de
lo misterioso. Es la emoción fundamental del verdadero arte y el origen de la
verdadera ciencia. Quien no lo conoce, quien ya no puede maravillarse, quien ya
no es capaz de sentir asombro, puede decirse que está muerto, que es un cirio
apagado.»
El sentido del asombro, de hecho, se
ha perdido para muchos de nosotros. Lo teníamos cuando éramos niños, y entonces
lo comprendíamos todo mucho mejor que ahora, en que estamos hipnotizados por
los falsos dioses del progreso material. Hasta cierto punto esto es necesario
en una sociedad civilizada, y mucha gente estima que es el único objetivo de la
vida que pueda considerarse práctico. Hay muchos, sin embargo, que aceptan los
retos de la vida como una actividad necesaria e incluso estimulante, sin creer
que éste sea todo el propósito de la existencia; en este caso los numerosos
misterios se convienen en una fuente de inspiración.
Un misterio suele definirse como algo oculto o inexplicable, pero la palabra tiene un significado mas profundo e insospechado, pues deriva de una raíz griega que significa cerrar los ojos. De aquí se deduce la chocante conclusión de que la verdad está oculta únicamente porque no queremos mirarla. Pasamos por la vida con nuestras mentes firmemente cerradas ante cualquier cosa que no comprendamos inmediatamente.
Un misterio suele definirse como algo oculto o inexplicable, pero la palabra tiene un significado mas profundo e insospechado, pues deriva de una raíz griega que significa cerrar los ojos. De aquí se deduce la chocante conclusión de que la verdad está oculta únicamente porque no queremos mirarla. Pasamos por la vida con nuestras mentes firmemente cerradas ante cualquier cosa que no comprendamos inmediatamente.
Sin embargo, en la intimidad de
nuestro corazón, sabemos que en el Universo hay inteligencias incomparablemente
superiores al intelecto de la vida diaria. Hacia éstas debemos volvernos para encontrar
las claves de los misterios. Se dice, en verdad, que tenemos derecho a
exigirlas. Pero hemos de aprender el modo de hacer la demanda; y este modo
empieza por el acto de volver al sentido
del asombro.
La naturaleza misma es un gran
misterio, del cual a veces sólo débilmente nos percatamos. Existe hoy en día
tal cúmulo de información en la literatura popular y en los programas de televisión,
que difícilmente puede uno dejar de verse intrigado por la infinita variedad y
belleza de las diversas formas de vida. Si llegamos a preguntarnos de que modo
pudo tener lugar todo esto, se nos dirá que todas estas formas se desarrollaron
a partir de prototipos simples a través de una sucesión de mutaciones
enteramente accidentales. Las que proporcionaban algún beneficio
sobrevivieron, dando así por
resultado el desarrollo, a lo largo de millones de años, de la vastísimamente
elaborada vida de hoy en día.
Nuestro interés surge ante la astucia
de este desarrollo, pero es un interés superficial. ¿Podemos creer realmente
que sucedió todo por accidente? ¿No habrá acaso detrás de esta asombrosa variedad
una mente y un propósito? Hay, en verdad, evidencias de que existen
inteligencias directoras que controlan el comportamiento de especies
particulares, y a las que los psicólogos llaman «mentes grupales». Por escoger
un pequeño ejemplo, ¿cómo sabe una araña recién
nacida el modo de tejer una tela aun
sin recibir instrucción de unos padres que nunca ha visto?
Podéis decir que el programa
apropiado se halla establecido en sus genes, pero esto es meramente una
explicación del mecanismo implicado. ¿Quién diseñó el programa, no sólo para las
arañas, sino para toda la estructura de la vida orgánica; y por qué razón?
¿Cuál es, de hecho, el propósito de
esta compleja película de materia viviente que cubre la superficie de la
Tierra? Puede aceptarse como formando parte, simplemente, del ambiente natural;
pero puesto que nosotros mismos estamos involucrados en ello debería tener
mayor interés para nosotros discernir cual es su función real. Para esto, sin
embargo, hemos de buscar más allá de la evidencia que nos aportan los sentidos.
Nuestro conocimiento del mundo se deriva básicamente de los cinco sentidos
físicos. Aprendemos por la experiencia a interpretar la información que nos
suministran, construyendo esquemas de asociaciones que determinan
nuestras reacciones y nuestro
comportamiento en general.
Sin embargo, la ciencia nos dice que
estos sentidos, curiosamente, se hallan limitados en su capacidad de
percepción. Hay muchos sonidos que nuestro oído no detecta, mientras que nuestros
ojos responden a menos de una trillonésima del vasto espectro de ondas electromagnéticas
conocido por la ciencia; y hay otras influencias no percibidas por los sentidos
ordinarios. Resulta por tanto obvio que el mundo que conocemos es meramente una
diminuta fracción de un mundo inmanifestado muchísimo más grande.
Esta idea de que existe un mundo
inmanifestado es de enorme importancia. Es, de hecho, la clave esencial del
misterio del Universo. Pero este trasfondo invisible no es simplemente una extensión
del mundo físico. Es una especie de vibraciones y energías de un orden enteramente
diferente a las percibidas por los sentidos. En el lenguaje religioso se le
llama Cielo; pero no debería creerse que es un estado aislado y remoto. La
leyenda esotérica nos cuenta que el Universo comprende una jerarquía de órdenes
mundiales, creados por una Inteligencia Suprema o Absoluta como una estructura
viva y evolucionante.
Estos órdenes mundiales no son
físicos, aunque algunas de sus actividades creen la apariencia del mundo
físico. Deben considerarse como esquemas de posibilidades llevadas a la
existencia por la inteligencia apropiada a cada nivel particular. Los asuntos
de nuestro planeta son administrados por un orden mundial muy bajo, casi el más
bajo de la estructura. Es, no obstante, una creación altamente inteligente, de
la que los atributos físicos percibidos por los sentidos son una mera sombra.
Es una estructura de la que se espera que, al final de su propio y vasto
período de
tiempo, crezca en estatura de modo
que su energía pueda retornara la Fuente.
Para que esto suceda, sin embargo, ha
de ser capaz de recibir influencias de niveles superiores, y para esto ha de
existir un medio adecuado a través del cual puedan transmitirse estas influencias.
Tal es la función del extraño
fenómeno de la vida orgánica. Podemos comprender esto en algún
grado en términos físicos. En
ausencia de vegetación la energía del Sol, de la que depende la Tierra,
reflejada inútilmente (como ocurre con la de la Luna). La película de vida
orgánica atrapa la energía y la pasa a la Tierra.
La Tierra inmanifestada está sometida
a influencias mucho más sutiles, las cuales son recibidas por los aspectos
psicológicos de la vida orgánica, incluyendo al hombre, quien tiene un papel particularmente
importante que jugar en este esquema. Estas influencias son de una cualidad bien
distinta de las que dirigen el comportamiento físico del mundo, y es con estas
influencias conscientes que tiene que ver la enseñanza esotérica.
Resulta obvio, por lo tanto, que la
vida orgánica no es simplemente un accidente como los científicos parecen
creer. Ha sido creada para un fin especifico, que trataremos de entender, y es dirigida
por una inteligencia de orden elevado. Se caracteriza por una actividad
incesante, para la cual hay, nuevamente, una significativa razón. Cualquier
sistema natural tiende a degenerar en una
situación de quiescencia en la cual no queda energía disponible para el trabajo
útil, situación conocida como de máxima entropía. La Naturaleza, por lo tanto,
dispone que todas las criaturas vivientes estén obligadas a hacer un constante
esfuerzo por sobrevivir, y la energía así generada mantiene a la vida orgánica
en su conjunto en una condición adecuadamente activa para el ejercicio de las
funciones que le son requeridas. El esfuerzo, en verdad, es una exigencia
fundamental en el Universo, y resulta sombrío pensar que el desubicado
idealismo de hoy en día, al intentar hacer la vida uniformemente fácil, está
reduciendo a la humanidad a un estado de
impotencia espiritual.
Ahora bien, aunque estas ideas pueden
ser interesantes, parecen algo remotas y académicas. ¿Es que las ampliamente
diversificadas y a menudo bellas manifestaciones de la vida sobre la Tierra,
existen sólo para el beneficio de un Universo vasto e impersonal, que ha estado
evolucionando lentamente a lo largo de millones de años, y que presumiblemente
continuará su inexorable curso durante innumerables eones más? Si es así, ¿cuál
es la situación del hombre, que vive en y es parte de esta estructura? ¿Es él
acaso, como alguna gente cree, simplemente un animal muy sofisticado que ha
desarrollado facultades y poderes desacostumbrados, pero que individualmente es
de nimia importancia?
Esta no es una idea aceptable, pues
tenemos la convicción innata de un destino individual significativo, lo que viene
reforzado por el hecho de que el hombre esté claramente equipado con facultades
superiores, y en particular la capacidad de pensar y razonar, y de experimentar
emociones como algo distinto de las sensaciones. Los animales, e incluso las
plantas, tienen sentimiento y, en algunos casos, un limitado poder de
razonamiento, pero éstas son reacciones instintivas como respuestas
condicionadas a estímulos externos. El hombre se distingue por la
posesión de una mente individual que
le permite interpretar sus experiencias más conscientemente.
Como resultado ha sido capaz de
establecer, a lo largo del tiempo, un considerable grado de comunicación con
sus semejantes. Ha observado el comportamiento de su entorno con detalle, y ha
edificado una prodigiosa biblioteca de conocimientos. Sus percepciones
emocionales responden a los evasivos valores de la verdad y de la belleza, los
cuales han inspirado las grandes obras de arte y de música, de poesía y
literatura, de descubrimientos y aventuras, que nos han proporcionado una
herencia tan valiosa.
Todo esto es con seguridad algo
extra. A pesar de su arrogancia el hombre es físicamente una parte muy pequeña
de toda la estructura de la vida orgánica, la cual parecería cumplir bastante adecuadamente
las exigencias de la evolución cósmica. ¿Por qué, pues, habría necesidad de crear
al hombre, con sus poderes superiores (los que, en verdad, parece usar a menudo
en forma tan irresponsable)?
He aquí ante nosotros el gran
misterio que debemos intentar dilucidar si es que hemos de hacer uso adecuado
de la vida que se nos ha dado. Durante un tiempo se nos permite tomar las cosas
como vienen, pero, habiéndonos establecido en la vida, comenzamos a hacer preguntas
y a buscar la comprensión de las cosas. Ahora bien, hemos visto que la vida
actúa en general como un medio para la transmisión de influencias
extraterrestres. La leyenda esotérica dice que el hombre
es una creación especial provista de
una gama de potencialidades extraordinarias y no solamente respecto a su
intelecto. Dice asimismo que estas facultades, si se ejercen adecuadamente pueden
extraer de las caleidoscópicas situaciones de la vida una cierta forma de
energía que es como el néctar de los dioses. Consideradas las cosas en estos
términos, el hombre no es, en modo alguno, de nimia importancia. Este es en
verdad el motivo de haber sido creado; pero no hay ocasión para vanagloriarse pues
la mayoría de nosotros no sólo deja de hacer uso de estas facultades extra,
sino que ni siquiera se percata de su existencia.
Gurdjieff en Accción
J. H. Reyner
(alumno de Maurice Nicoll)
Gurdjieff en Accción
J. H. Reyner
(alumno de Maurice Nicoll)